Young Adult Fiction
En la fotografía, mi tía Donna está embarazada, muy embarazada. Mi madre no lo está. Miro a mi madre que llora en silencio con una mano sobre la boca. Llego al baño justo antes de vomitar el desayuno y el almuerzo, y antes de perder completamente la razón.
Corrí a la acera y comencé a meterlo todo en la mochila. Bueno, traté. Los tubos de pintura se me escurrían entre los dedos, los pinceles se trababan en los huencos de la acera y la botella de agua se alejó rodando.
—¡Qué porquería! —dije, tratando de alcanzarla.
Fue en ese momento que me di cuenta de que alguien estaba parado al final de la pared. Levanté la vista. Tragué en seco. Era un hombre con un bate de pelota en la mano.
—Pensé que te iba a encontrar aquí esta noche —me dijo.
Ralph dejó de mirarme y fijó la vista en otro chico.
—¿Qué crees, Scott... le damos un siete?
Scott me miró de arriba a abajo.
—¿Un siete? A lo mejor.
—En su mejor día, quizás —dijo otro chico.
—Ah, ¿en un buen día como el viernes?
—¿Cómo el viernes pasado? —completó Ralph.
Todos se echaron a reír otra vez.
—Todos ustedes son unos cerdos. —les dije.